La Inmolación del general Eloy Alfaro, ecuatoriano de revolucionaria estirpe, aciago hecho ocurrido el 28 de enero de 1912, hace 99 años ya, en la ciudad de Quito. Eloy Alfaro ejerció la Presidencia de la República durante estos períodos: como Jefe Supremo (1895-1896), Presidente Interino (1896-1897), Presidente Constitucional (1897-1901), Jefe Supremo (1906-1907), Presidente Constitucional (1907-1911), alta función a la que accedió mediante proclamación popular o por elección de las Asambleas Constituyentes de 1897 y 1906.
Una larga lucha por imponer los principios del liberalismo libró Alfaro antes de ejercer la Presidencia de la República, en diferentes ciudades y regiones del país, siempre enfrentándose con fuerzas conservadoras, aliadas del poder político, económico y religioso. Al final de tantos enfrentamientos, vencido y triunfante a veces, el 5 de junio de 1895, en Guayaquil, se consolidó la revolución liberal, el objetivo que persiguiera Alfaro y varios de sus compañeros de lucha, con el propósito de efectuar los cambios políticos, administrativos y legales, económicos y sociales, que demandaban la mayoría de la sociedad ecuatoriana y la estructura de un nuevo Estado.
Durante los mandatos de este político liberal se puso fin a los privilegios que favorecían al clero; se establecieron la separación de la Iglesia y el Estado, la libertad de cultos y el carácter laico de la educación. Pues la historia lo considera como uno de los mayores reformadores que ha tenido el Ecuador. Varios de sus postulados, de su visión por el porvenir del país, así como sus obras, aún subsisten. Expidió adelantadas leyes relativas a la economía y al comercio, al campo penal y al de la educación. Escuelas, colegios e institutos militares fueron creados en sus gobiernos.
Para principios del siglo pasado, la construcción del ferrocarril trasandino fue una obra colosal, de la cual aún están en servicio algunos tramos, mientras otros se reconstruyen. Entonces hoy 28 de enero se recuerda la inmolación de Alfaro o la “hoguera bárbara” para Alfredo Pareja Diezcanseco, cuando fue apresado en Guayaquil y llevado a Quito, en donde fue asesinado por fanatizadas turbas e incinerados sus despojos...Fue el trágico final de esta eminente y combativa figura política.